23 de abril de 2012

Le Feu Follet (1963)

IMDB 

Louis Malle contaba en una entrevista que a lo largo de su vida siempre había sido el más joven en todo: Fue el más joven de su clase en graduarse y con sólo 24 años ya había co-dirigido un documental junto a Jacques Cousteau (El Steve Zissou de Wes Anderson) y que más encima se ganó la Palma de Oro de ese año. Pero aquello, como todo triunfo o tragedia constante, se convirtió en un tema. Llegadas las tres décadas de su vida sintió que la vida se le asentaba, y a pesar del continuo éxito en su trabajo sentía una nausea existencial en el viaje. Era el tiempo incansable que le gritaba sobre la adultez. Así, mientras Malle lidiaba con sus melancolías, tenemos por el otro lado a Pierre Drieu LaRochelle, un novelista francés que mantenía una relación de amistad con el poeta Jacques Rigaut, un hombre con problemas con la bebida (así como le dicen) y que frecuentemente hablaba sobre suicidarse, hasta que contra los pronósticos de sus cercanos, a la edad de treinta dejó de hablar y se dio un tiro contra el corazón. Las cosas se empiezan a armar. Después, Drieu LaRochelle, 
de alguna forma acechado por los ignorados anuncios del suicidio de su amigo, escribe esa novela llamada Le Feu Follet, y que por esas vueltas extrañas caería como una segunda piel sobre los treinta años de Louis Malle.
Varias décadas después Wes Anderson recordaría el film en la escena del baño de los Royal Tenenbaums. I’m going to kill myself tomorrow y Elliott Smith de fondo, otro más que se fue por su cuenta.

Alain Leroy (Maurice Ronet) está cansado. Recorre melancólicamente las calles de París, las camas de los hoteles, los cafés y las casas de sus viejos amigos. No logra conectar, dice, y es más difícil aún cuando todo ha cambiado. Los amigos se convirtieron en adultos; ya han aceptado la situación. Las mujeres siguen rondando con sus piernas abiertas, acechantes, pero Alain ya no puede hacer el amor ni tampoco amar porque está demasiado consciente de su tragedia. Malle decía en una entrevista que está lleno de gente que cree estar amando y haciendo el amor todos los días, sin darse cuenta que en realidad no tienen idea de cómo hacerlo, ni tampoco de qué se habla cuando se dice te amo, pero lo ignoran y así continúan tranquilos. Para los conscientes es distinto, te envenena. Alain, de hecho, está tan consciente de su tragedia que a pesar de llevar tres años sin consumir alcohol continúa asistiendo al hospital por más que le digan que ya se ha sanado. Estar sano aquí es tan engañoso como el amor.

Alain no es expuesto a situaciones dramáticas. No hay actos de quiebre de los que notemos la extrema melancolía en la que está inmerso. Aquello es más bien expresado por sus pensamientos -por ejemplo la primera escena que se convierte en la síntesis del sentimiento de toda la película- o también por actos pequeños y solitarios. El momento en que Alain vuelve a su habitación en el hospital es esclarecedor de su situación; son varios elementos conjugados. Lo primero son los recortes de diario con noticias de suicidios, nada más directo que eso. Después, en un nivel más conceptual, están las cosas que van cayendo; el poster pegado en la pared, su perchero con ropa y la torre con cajas que arma frente al espejo. También lo vemos intentar escribir; una toma por cierto larga, pero que logra capturar el acto nada simple de traspasar los pensamientos al papel, y que acaba en frustración al tachar con marcador todo lo escrito. Por último juguetea con la pistola, y al acostarse deja dicho lo que acaba con cualquier suspenso posible: I’m going to kill myself tomorrow. Creo que esta secuencia es suficiente ejemplo para reflejar el estilo del filme.


La melancolía de Alain es sobre todo solitaria. A pesar de necesitar de los demás para existir, ellos poco saben de ella. Aquello sucede porque hablamos de un sentimiento ya asentado, que no necesita de vagos intentos con los demás para ser validado. De esa forma la película se enfoca sobre Alain y nadie más. No importa qué mujer haya mostrado más, o qué amigo haya entendido mejor, menos aún si hablamos de un barman o de su mujer. Aquí son todos iguales y sirven sólo como conector de Alain y su condición. 
A manera de interiorizarse con el personaje Louis Malle puso gran énfasis en las expresiones de Ronet. Pero el entorno sigue siendo importante, aquí hay una naturalidad como la de las películas de Truffaut o Godard, lo cual es perfecto para empatizar con la tragedia en la que estamos metidos. Cuando Alain está en el café, en el hotel o en su habitación, estamos nosotros también. Hay una concientización del espacio que hace de puente hacia el mundo del filme, y que va de la mano con el ritmo, la duración y movimiento de cada toma. Eso siempre se agradece; la capacidad de tirarte dentro del cuadro. Y debería ser la aspiración última del cine. No se trata de la realidad virtual o la tecnología 3D, sino la capacidad de darle suficiente naturalidad a un artificio como para creerte parte de él. Vamos.

“Me suicido porque no me quisiste, me suicido porque no te quise. Porque nuestras relaciones fueron cobardes, me suicido para estrecharlas. Dejaré sobre ustedes una mancha imborrable”    

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