2 de noviembre de 2011

Drugstore Cowboy (1989)

 IMDB

No me gustó –corta-. El torrent que bajé venía con el making of, que por cierto es una suerte; por lo general si se quiere escuchar el comentario del director, ver las escenas cortadas o el tras de cámaras hay que esperar el martes, asechar los estantes, pasar a caja, pagar 700s y salir rápido; salir del cuadro, y dejar las amarillas blockbuster arriba pegadas al cielo. A pesar de la suerte cibernética y el entusiasmo que esta supone, el making of tampoco me gustó; muy paso a paso, pocas explicaciones, unas cuantas risas no muy sinceras y algunas adulaciones varias a Gus Van Sant que no cerraban ningún círculo coherente. Lo único que me pareció curioso, o que llamó mi atención –como guste decirle usted-, fue claro, la aparición de William Burroughs, que Van Sant confiesa frente a la cámara como una influencia en su trabajo. Okey, es verdad que Drugstore Cowboy trata sobre las drogas y el efecto –un tanto manufacturado- que tiene en este grupo de adictos; es verdad que varias películas de Van Sant son contraculturales con críticas a la apatía y el asunto gringo; y sí, es también homosexual. Pero el tiempo pasó, y la patada en las bolas del movimiento beat al establishment –como le dicen- ahora suena como moscas que vuelan en la cola de una vaca. No es que quiera decir que nos veo en una sociedad que haya superado todo esos asuntos, y que la contracultura sea ahora la cultura. Sería idiota decirlo en este particular momento. Pero lo que sucede es que el legado más peculiar e importante, creo yo (claro), del movimiento beat en este momento, o que al menos lo mantiene en el tiempo como algo interesante más allá que la conversación teórica de las aulas, es no su discurso más intelectual, sino el movimiento mismo y sus personajes, que lograron traspasar al extraño dos mil su propio mundo de los 60’s; de viajes épicos a través de un país épico, de las ganas de vida de Kerouac, de la extraña musa que era Neal Cassidy gritando en un bar de jazz, de la locura de Burroughs, de la transgresión desde el desayuno hasta el sueño freudiano nocturno, de untar un pan con mostaza en un estacionamiento de Hollywood. Es la vibra y la actitud. Si se trata de ideas teóricas contraculturales el cine claro que puede ser un vehículo de aquellas, pero si recordamos que es una herramienta visual, capaz de simular épocas, sensaciones y personas, lo anterior se convierte en un fondo, un papel mural de un hotel en París o una cochina pieza de la India. Nota aparte: para lo anterior está esa película llamada Naked Lunch (David Cronenberg). De esas películas que hay que darles las gracias por ser tan detalladamente perfectas, cada locura en su lugar, o en su no-lugar también. Gracias.

Mi desagrado a Drugstore Cowboy está más allá del casual comentario de Van Sant. No puedo criticar una película por no cumplir las cualidades de un movimiento al que en ningún momento declaró querer intencionalmente parecerse. El problema con esta película es que, a pesar de primero haber sido un libro, los personajes no existen, son puros adjetivos. Matt Dillon es el personaje principal que se intenta trabajar y que sufre las subidas y bajadas del drama, pero aún así, a pesar de ser una actuación carismática, no le creo nada, y aquello es un problema gigante como un elefante. Las anécdotas simpáticas-literarias, su mala suerte, su relación con su mujer, su relación con el policía, sus mismos dramas parecen excusas para contar algo que en ningún momento se llega a entender, que junta todas las excusas anteriores para nada más convertirse en un montículo, apretado como la ropa sucia en el tacho, de excusas más grandes. La verdad es que a veces no soporto la ficción. Lo peor de todo esto es que pareciera que la película quisiera cumplir una función de retrato a retazos, de esas películas en las que no pasan cosas tanto como las que pasan, emancipadas de la actitud del cine sensacional masivo. Aquello se nota en varias cosas: Van Sant tiende a hacer películas de ese estilo (a pesar de su variada filmografía los aspectos más peculiares de su autoría son esos, las sensaciones que traspasan la cotidianeidad más que la adrenalina del drama de una historia escrita con pinzas) como Elephant, Last Days, Gerry y Mala Noche; en ningún momento la película muestra un punto claro dramático, si bien la vida de un drogadicto ha de ser un drama, en términos argumentales este dramatismo parece más el halo de un pincel en la tela que el punto ascendente de un fuego artificial; el libro en el que está basado la película es una especie de biografía de los días de drogadicto de un ex presidiario, escrito por él, ¿se entiende? Diga que sí. Demás que si hubiera tenido una filmación menos correcta habría dado la sensación de realidad, así como Mala Noche, que está mucho más cerca del guión a retazos y las influencias beat que cualquier otra película que haya visto de Van Sant.

Si de escenas se trata recuerdo tres cosas. Uno: las escenas que simulan el vuelo del drogadicto me gustaron, así nada más, me gustaron porque, en un segundo plano teórico, al no pretender ser la clásica colorida sicodelia no caen en aquella amarga y ridícula equivocación. Dos: David los pilla llegando a la casa luego del atraco a la primera farmacia, toca la puerta y se sucede una escena con roces y relativamente varias intervenciones, sin embargo esa vibra queda en la pura intención debido a las tomas que a ratos fallan en su continuidad y en especial a los demás personajes (el amigo faldero de Dillon y a la chiquilla primeriza), que al estar como ausentes poco aportan a la tensión. Véala. Tres: en la primera escena Matt Dillon en una sola toma camina por la calle; primero un cartel pegado a una tienda con ofertas en polaroids, luego un ‘Great hat’ (o algo por el estilo) que le dice a una señora que pasea con su perro, después toma agua de uno de estos bebederos (¿?) que tiran un chorro de agua y que por lo general están en los parques, y por último entra a la farmacia cerrando la toma con el DRUGSTORE. 1970 Portland, Oregon. Escena introductoria: actitud, época y argumento. Me da risa cuando uno se da cuenta de esas cosas (en un buen sentido claro)

Grande la música (no mejor que Naked Lunch si) y grande Burroughs (por ello también Van Sant), no por su actuación claramente, porque no es actor, pero grande por ser un papel que cae como la palta en su cuesco. 

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