18 de agosto de 2011

Elephant (2003)



El título se debe a la frase “Elephant in the Room” (Elefante en la habitación) que quiere decir grandes problemas que todos ignoran, y desde ese lugar Gus Van Sant toma la dirección. La crítica se respira, subyacente, silenciosa, como el metro que corre bajo suelo y sólo notamos por el vibrar de la calle. Los personajes que la cámara sigue son los representantes del universo adolescente norteamericano, y los diálogos son una extensión que esclarecen el tipo de relaciones existente entre los distintos estratos. El Bullying es la expresión y crítica más directa. En general los diálogos no dicen mucho, no hablan de nada más allá de lo que representan, las tres niñas que son las típicas adolescentes gringas no hacen más que hablar de sus novios, de salir a comprar, y de ir al baño a vomitar. Quizás el único diálogo con un tema sea el del grupo que se sienta a discutir sobre la homosexualidad (Gus Van Sant es abiertamente gay). El padre alcohólico del cabrito rubio, los adolescentes que se vuelven asesinos al comprar armas por internet, el amedrentamiento y la apatía son estos elefantes que todos ignoran. Son los elefantes que terminaron por estallar en Columbine.

Abordar un tema tan delicado, en donde están involucrados adolescentes, la muerte y tu propia cultura no ha de ser fácil, y menos cuando se hace a través de la ficción, y menos aún cuando se usan las herramientas del cine, en donde sabemos como todo se puede fantasear, exagerar, tergiversar y malversar con los males de la publicidad y sus disfraces. Sin embargo Gus Van Sant tiene otra sensibilidad, no por nada Elephant es un ícono indie. No por nada se ganó la palma de oro en Cannes, y no el Oscar en Hollywood.

Sobre la música sólo está aquella que toca en el piano uno de los adolescentes subversivos, y un soundtrack que se escucha en el fondo de las tomas a ese cielo revuelto. Por ende, no hay ensalzamiento ni énfasis en nada de lo que ocurre más que el énfasis que la propia atención ocupa al discriminar entre una cosa y otra. Por ejemplo, la primera aparición de los jóvenes que destruyen Columbine sucede así nada más, la cámara sigue a John (John Robinson), que va saliendo del colegio, hace saltar a un perro (aquí entra su cámara lenta), y en el fondo se ve como los otros dos se van acercando vestidos de soldados. La cámara sigue con Jhon, cruzan palabras, se siguen acercando, pasan, John da la vuelta, los mira inquieto, y recién ahí se produce el corte, y otra toma a los dos tipos entrando al colegio. Lo mismo sucede con la escena en que se duchan juntos, la cámara es estática. Con las muertes lo mismo, la cámara no cambia su idea ni su estilo, esto no se vuelve una masacre al estilo de la películas de Rambo ni de Terminator. Todo sucede como la vida, nada se glorifica.

Muchos podrán criticarla y decir que la película es lenta.”Lenta”, como odio cuando dicen eso. Pero la verdad es que si se llega a usar tal adjetivo será nada más por falta de paciencia del espectador, por estar acostumbrado a la velocidad de la calle y por la tendencia a creer que el cine es nada más que para exaltarse. Elephant no es una película sin contenido, o que no haya sido pensando su montaje o su desarrollo. Si bien sus extensos travellings y sus diálogos no son más que el reflejo de un día común y corriente, el método de entrecruzar a los personajes y repetir las escenas en distintos ángulos fue un método fundamental para que la mente estuviera activa y fuera creando el mapa mental con la información que se va armando poco a poco. Se parece al proceso del periodista que reúne diversos relatos hasta recrear un acontecimiento, y está claro quién hace el papel de periodista acá.

Una vez que la masacre comienza se va iluminando el nombre del elefante del que se queja Gus Van Sant, se dice que en tiempos de crisis uno muestra su cara más sincera. En Paranoid Park la amiga de Alex le habla sobre como la apatía es el gran problema de nuestros tiempos. Qué pensará ella sobre Columbine, y es que una vez que los disparos comienzan todos los personajes responden bien extrañamente: uno saca una foto, el padre de John dice que la escuela se está quemando, las niñas luego de vomitar en el baño escuchan los disparos pero no hacen caso, y otro se pasea por los pasillos sin temor. Sólo John intenta advertir de lo que puede estar pasando, pero nadie lo escucha. La apatía, la apatía.

Por último, la escena final, épica. La cámara que se aleja, fundamental.

Gran película, me gustó.

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