14 de agosto de 2011

Post Mortem (2010)


Agh que me ha costado empezar con esto. No es que no tenga nada que decir, al contrario, noté varias cosas que me gustaría comentar. Pero sucede que no tengo nada para compartir, en el sentido del bondadoso flujo de la recomendación. Y eso no me gusta, el cine y todo orden cosas hay que siempre levantarlo. Reconozco el valor de las críticas bien fundadas, esencia del progreso. Sin embargo, tratándose esto de un ejercicio que pretende ser una extensión material de mis ideas en pro de los recuerdos, y no de una cátedra dogmática sobre el cine con su historia y sus valores artísticos, lo siguiente se convierte más en una obligación por comentarlo todo, que en un gusto de revivir las imágenes e historias fundamentales.  

Me cansó el cine contemplativo, estático, silencioso y depresivo. No hay nada de malo en la contemplación y la apropiación del concepto por el cine, como tampoco hay nada de malo en la melancolía; estado a veces fundamental para correr la creación. Pero cuando ambos aspectos se funden el resultado es un cuerpo muerto; frío, pálido y repulsivo. Post Mortem.
Es clara la correspondencia para el caso que nos convoca, y es lo que se convierte en quizás el único valor que mi percepción con sus preferencias pueden nombrar. Un valor técnico, más bien insípido en el recuerdo; que se ordena bajo una categoría sobre la realización, y no sobre el amor.

Creo que después de Tony Manero las cosas estaban bien, no había porqué extender el asunto si se dijo lo que se quería decir, y se dijo bien. Sensación parecida me atacó después de haber visto In The Mood For Love (¡qué belleza!) y 2046 (hm). Alfredo Castro (Mario Cornejo) es también una extensión directa de Raúl Peralta (Mario Cornejo) en Tony Manero; solitario, tímido y callado. No hay diferencia con el otro personaje más allá de los asuntos situacionales/ambientales de nombre y profesión. Lo único que se podría diferenciar entre una película y otra es el foco de la violencia. Si en Tony manero es Raúl Peralta quien desde un principio explota y destruye, en Post Mortem esto sucede gradualmente provocado por la época, y no tanto por sus personajes; porque aquello pasa solo en el final, una vez que el olor a muerto ha corrido la tinta de las normas sociales; y todo se vuelve irreal y primitivo. Un cierre que sí tiene sentido y qué sí está bien logrado, pero que no sorprende al ser esperado de un personaje tan similar a la locura de Tony Manero.

Dije que hay tomas estáticas y distantes, también que los diálogos son silenciosos así como la atmósfera de las escenas. Respecto a Mario Cornejo todavía no he dicho que está siempre como fuera de las escenas; adentro pero a un ladito, observando. Está también literalmente fuera de otras, cual voyeurista. Y que es producto quizás de su vago entendimiento por el mundo de los vivos, y consiguiente profesión. Por último, en el montaje hay una intención de causar una repugnancia que se extiende más allá de la disección de un muerto en la morgue.
Hay una escena en que Mario escribe en la máquina mientras el hermano chico de Nancy Puelma (Antonia Zeguers) le dicta el texto. Luego que el niño se tiene que ir Mario le da un abrazo la escena cambia como el golpe de un choque. Ahora vemos a Mario en su pieza de noche sobre la cama. Se está masturbando de espalda al plano; una imagen tétrica.
Otra escena: examinan el cuerpo de una mujer gorda, bien gorda. Luego Mario lavándose las manos y en el fondo Sandra (Amparo Noguera) usando el baño. Después todos en la mesa comiendo, mientras se escucha al doctor en jefe monologando sus radicales ideas políticas.
Todo eso está bien, bien hecho, muy bien.

Finalmente por haber arrendado la película en Blockbuster me gané, como una especia de karma de capital, una entrada al backstage de la película; sus entrevistas personales, su cámara tras la cámara y el cara/cara con el director.
Desgraciadamente hay muchas ideas; mucho análisis previo al guión y a la filmación que luego se pierde en el aire porque no queda plasmada ni entre los diálogos, ni entre escena y escena. Ese es el problema a ratos de estas películas que no dicen nada, que dejan espacios abiertos que luego llenan con ideas casi-que-profundas (Le Samourai). Pablo Larraín habló sobre esta época de traiciones (Pinochet/Allende) y la misma traición que sufre Mario Cornejo contra su moral a manos de la bailarina del Bim Bam Bum. Acá sinceramente nunca se habla de traición, y se debe hablar. Aspecto fundamental de la narrativa es entregar pistas que corran, como una vía de refuerzo, al lado de la expedita carretera de la narración principal.
Spike Lee en 25th Hour sí que habla sobre la traición. Lo habla, lo repite, lo recuerda y hace ecos con ella. Bonito es el concepto aquel de repetir todos los abrazos que ocurren; buena forma de decir las cosas; de pensarlas y hacerlas. Nada de quedarse callado y esperar a que la imaginación complete.

No hay comentarios:

Publicar un comentario