10 de agosto de 2011

Blood Simple (1984)




Lo curioso y agradable de Blood Simple es que es la primera película de los Coen y a pesar de ello, –digo “a pesar’’ por la tendencia de las películas debut a estar muy por debajo de las siguientes realizaciones- es tan potente como sus grandes hits. Y esto no sólo lo digo yo, cuando se lanzó la película al huracán público recuperó sus gastos con creces y además, dio vuelta todos los focos críticos sobre los excéntricos buenos nuevos. Qué más se puede pedir.

En Blood Simple reconocemos la intrincada trama que tanto los caracteriza; esas rotondas de ocho salidas, puentes aéreos y subterráneos; las vueltas sobre las vueltas. Lo que crea al final esta ensalada de mal entendidos es que nunca nadie dice ni pregunta nada. Aquí todos los personajes, víctimas de la soledad y la desconfianza como cuenta el prólogo, asumen las respuestas de los misterios que van ocurriendo. Son cinco los personajes principales -incluyendo al negro-, y mientras más se topan y más palabras cruzan aún más inferencias y decisiones y vueltas extrañas se dan. Ese es de alguna forma el humor que en los trabajos posteriores van refinando. Un gusto por llevar todos los asuntos a los límites menos pensados. Blood Simple sin embargo es un thriller neonoir (si, como dice Wikipedia), podrán suceder rarezas igual de raras que las del Big Lebowski pero el tono acá se mantiene en los halos del misterio. Sinceramente es ahí, en esos tratamientos, que la película llega a puntos magníficos, increíbles, impensados. Y no sucede sólo una vez, son muchas, a veces una tras otra. La larga escena en que Ray descubre a Marty (Dan Hedaya) hasta el viaje para enterrarlo es creo el ejemplo más crudo y real del efecto de esta atmósfera. Son los lugares y gente común en contraste con sangre sucia que no se limpia, viajes sicóticos por una carretera nocturna y un hombre que está-como-que-muere pero no se puede matar. En ese sentido Fargo es su pariente más cercano, quizás se podría pensar en No Country For Old Men también pero ese ya sobrepasa y cruza hacia los terrenos de lo épico.
Las escenas iniciales hacen fácil de entender el tratamiento emocional que luego irán repitiendo. Son las conversaciones tranquilas pero a la vez perversas y medias prohibidas, con un tono cauteloso siempre atento a lo que puede estar observando tras la ventana y quién se puede estar escondiendo bajo el escritorio, tras la puerta o entre las sábanas. Son esos ruidos galopantes y discontinuos, y es la música trepidante también. Son las luces (la noche es importante) que se mueven, las que está quietas y las que cruzan paredes. Más adelante la escena de los disparos que tira este sucio vaquero (M. Emmet Walsh) a través del baño es muy estética. También hay mucho de eso desde los elementos del guión hasta la fotografía. Y en el final la gota que no cae, parte de esa cosa grandiosa o metafórica no sé, me cuesta darle un adjetivo a esas situaciones, pero es como la escena en que la niña de True Grit cae en el foso y pierde su brazo, esa especie de eventos. Es verdad que hay humor también, pero no para reír, como para distender y no volver esa atmósfera misteriosa en un cliché de años pasados y cine cincuentero.

En una de las escenas iniciales de Apocalypse Now (FF. Coppola) está el protagonista acostado bajo el ventilador del techo a la vez que escuchamos su relatar, al rato de varios fundidos las aspas del ventilador se funden con el sonido y la imagen de las aspas de un helicóptero girar. Esa técnica sucede al menos tres veces en Blood Simple, usando en la primera el mismo objeto mencionado por la película de Coppola.
Hay una escena casi llegando al final en que Abby entra a la oficina de Marty y se encuentra con un vidrio roto, una caja fuerte golpeada y los pescados descoloridos. Después de varios planos que sugieren el esquema que intenta cohesionar en su cabeza, se repite el plano de su cara descifrando la escena, pero esta vez, la cámara como pegada a su pecho cae junto a ella en la cama, en la cama de su departamento, ahí sube la música y notamos como se retuerce en su almohada del insomnio que le provoca el maldito puzzle que se inventó. Excelente.
De esa forma suelo entender el cine de los Coen, como un cine de elementos, que no es lo único pero sí lo que siempre me sorprende. Cuando le disparan a Ray (Jhon Getz) las frases, posiciones y resultados son iguales a los del sueño que tuvo Frances McDormand (Abby, la femme fatale más fatal de todas) –ojo a la concha, increíble-. Los pescados muertos que amarrados en pares se repiten en el escritorio de Marty. La pistola manoseada (por todos). Un auto y dentro una conversación de muertes, sudor, dinero y moscas. El escarabajo que está afuera en la calle mirando a la ventana que se pega a una cama. Etcétera, si de elementos puntuales o escenas para repetir siguiera escribiendo esto no tendría fin. Alguien ya escribió sobre eso y se fue a correr mil kilómetros delante de mí. Porque todo eso ya se filmó.

Curiosamente debutaron el mismo año que Jarmusch,
nuevos caminos para el cine,

No hay comentarios:

Publicar un comentario