13 de agosto de 2011

El cielo, la tierra y la lluvia (2008)

IMDB


Si Gus Van Sant tiene cierta ligereza y naturalidad para filmar sus películas (o al menos varias de ellas), aquí el asunto llega a otro nivel. Es una película sobre el cielo, sobre la tierra, y sobre la lluvia (bah). Cromáticamente pálida su filmación es suave y silenciosa. Cuando la cámara se mueve lo hace lentamente a coro con las ramas y el viento, tanto así que varias veces los personajes se salen del cuadro. No hay mucho movimiento a menos que los personajes estén caminando, y aún así la cámara se mantiene cautelosa, con distancia. Así mismo son los diálogos, casi inexistentes. Hay pocas risas, quizás hasta una sola (cuando hablan sobre la mantequilla al inicio), pero está bien. La atmósfera del filme, el vínculo que uno como espectador crea con el bosque y sus nubes se vería contaminado si los diálogos fueran extensos. Nuestro foco de atención se dispersaría en las cosas y no en la sensación de tranquila melancolía que tiene olor a tierra mojada. Si en Gerry Van Sant usa tomas amplias y fragmentos acelerados de movimientos de nubes para contextualizar el lugar desolado en el que están los protagonistas. Acá sucede lo contrario, son pocas las tomas de paisajes, y las que hay están bien pensadas, tienen un sentido muy particular, captura con distancia a sus personajes para comprender su pequeña posición frente a la extensión de los terrenos sureños. Con otro sentido, no el sentido de una postal fotográfica. De hecho las tomas en las que se agarra harto espacio es cuando está Marta (lo más bello, una machi sin saberlo), la niña que sufre alguna especie de autismo, y que de alguna forma tiene un vínculo especial con el bosque, el mar y el cielo, quiere como perderse en él. A la gente nada le entiende.

Son importantes los sonidos porque acá no hay música, sólo sonidos. Hay sinceramente un trabajo muy cuidadoso allí que evidencia lo importantes que pueden ser los elementos más pequeños del cine cuando son bien pensados. Se puede sentir el viento, la lluvia y todos los pequeños movimientos. Es probable que esta película no se vuelva mi favorita y que quizás pronto la olvide, puede también que no deje una huella en la historia del cine, pero aún así tiene un valor original al ser un registro con una perspectiva que quizás nadie había tomado.

Existe un retrato también que sobrepasa los límites estético/ambientales y que llega al terreno de las personas, pero tocado muy suavemente (como todo aquí), tanto que es extraño percibirlo, una suerte de búsqueda entre los movimientos y sus silencios. La personaje principal tiene a su madre agonizando en cama, debe cuidarla e ir al hospital a buscarle sus remedios e inyecciones, y es en una visita que la recepcionista le dice que el doctor se había ido, que se había ido al continente. A pesar de lo amargo del asunto nadie dice nada, nadie se queja, nadie lo discute, nadie lo comenta si quiere, no existe énfasis en nada de lo que ocurre. Sinceramente creo que es la película filmada con mayor ligereza que he visto. Primero me sorprendí con Lost In Translation, luego con Fuguet, luego con Somewhere, luego con Van Sant, pero cuando llegué a esto es casi como mirar un documental sureño, un documental que no tiene nada que contar, que solo viene a registrar.
Luego está el tipo que, al parecer, acaba de llegar del continente y es a quien la personaje principal le sirve de nana. En una escena casi llegando al final intenta aprovecharse de ella mientras dormía en su cama, la chiquilla sale corriendo asustada, pero en la escena siguiente se les ve haciendo la cama juntos y en la siguiente le da las gracias y en la siguiente se queda a dormir. Es creo la sumisión de las mujeres de campo hacia los hombres, en especial las más jóvenes que han sido criadas con el machismo tanto como con el crucifijo. Como la mujer que es golpeada por su marido pero lo ama igual porque es su marido. Están
también los cazadores, el estallido de sus escopetas, el zamarreo del silencio de los bosques, los llantos de los pájaros y los saltos de las mujeres que viven ahí. Hay escenas intensas, rodeadas de misterio que explican todo sólo con su visualidad. Acá el lenguaje es una cosa de hombres, una cosa que malversa y destruye la vida, que nada ayuda a la conexión. Son palabras que engañan y disfrazan.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario