13 de agosto de 2011

Last Days (2005)


No sé qué tanto puedo decir sobre Last Days, de hecho creo que cuando Gus Van Sant comenzó con el proyecto debió haber pensado algo por el estilo. Y es que sobre los últimos días de Kurt Cobain realmente no hay mucho que decir. Quizás esté usando el verbo decir muy matemáticamente, pero cuando, por lo general, se plantean películas biográficas sobre personajes de culto existen dos grandes caminos: o la ficción, o el documental. Ficticios hay muchos, y allí se intenta reconstruir la vida como si esta sucediera en el momento mismo que nosotros la observamos, ya sea acostados con el computador o sentados en el cine. También hay otros tantos que se vuelven clásicos documentales; que sólo siguen el camino objetivo, el periodístico, el del material ya grabado desde la realidad. Sí, sobre todo esto hay varias discusiones que rayan en la filosofía, pero no van al caso.

El valor que hay que otorgarle a Gus Van Sant; ese punto extra; esa lucecilla que lo hace resaltar es que al plantearse películas como Elephant, que está basada en la masacre de Columbine, y Last Days, que recrea los últimos días (son dos noches creo) de Kurt Cobain, decide hacerlo con un enfoque más sensible quizás, y es que me cuesta encontrar el adjetivo que defina su postura en la dirección. Ambas películas que nombré recrean los ambientes con un estilo natural y poco interferido. Sus diálogos son simples, mundanos, que no hablan sobre nada especifico que esté relacionado con cosas mayores, nada más buscan servir como simbolismo o representación de sus personajes. Una extensión de ellos mismos, tal como sucede con las personas. Hay muchos planos/secuencia silenciosos que en consecuencia van creando aquella atmósfera que simula la vida real, como la última película de Sofia Coppola, como la última película de Fuguet.
Es entonces con estos casi-que-dogmas que Van Sant logra crear una película que, a pesar de su carácter ficticio, es capaz de documentar más de lo que hace un documental, e incluso llegar a hacerte entender más de lo que hace una superproducción. Al terminar de ver Last Days uno logra entender a Kurt Cobain, quizás no entender su vida, sus motivaciones y sus miedos desde un enfoque psicoanalista, ni menos histórico,  pero sí logras entenderlo como quien convive un par de días con alguien que viene conociendo. De cerca.

A Blake(slash)Kurt Cobain(slash)Michael Pitt todos lo buscan: su madre, su banda, su manager, la disquera, sus amigos, e incluso los groupies que no lo dejan ni escuchar la música cuando sale a una tocata. Blake está sobre-agobiado con el mundo, es como Mafalda en su viñeta “Detengan el mundo que me quiero bajar”. Se prepara fideos con queso como se preparan los cereales con leche, y es que la lucidez se le perdió antes que la película empezara. Pero la verdad eso poco importa (o quizás es lo que más), sus corridas ladera abajo, sus acampadas en el bosque, su silencio con su madre, su silencio con todos, y su nirvana al tocar la guitarra son suficientes para entender en donde está su vida y por qué esta se le fue.
Me gusta Gus Van Sant y Kurt Cobain. Sin embargo sé que a muchos fans de Nirvana, y sobre todo Cobain, no les gustó la película. Es lógico, está claro que el filme completo está lejos de tener el lado fancy del grunge de los 90’ o de dejar a Kurt glorificado como se dejó a Ray o Alí. Con la primera escena Last Days presenta la decadencia que se extenderá hasta el final. Hay dos escenas si que contrastan este estado de ánimo deprimente, y son aquellas en las que Blake toca la guitarra y otros instrumentos. Escupe todo lo ondero. Es buena música, catapultan las sensaciones hasta Neptuno. Aún así la música es poca, pero aún así la música es buena, aún así me quedo con Van Sant y Cobain, aún así aquí todo resulta, y aún así resulta bien.

El final.

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